Si bien esto no es algo nuevo, la experiencia de la soledad está creciendo y tomando muchas formas diferentes, no solo entre las personas mayores. La incomodidad que crea es significativa y se han realizado estudios que la relacionan con un deterioro de la salud en general. Además, el aislamiento que la COVID 19 nos ha impuesto en muchas ocasiones, ha acercado esta realidad a muchas personas previamente desconocidas.
¿Qué cambios se están produciendo en la sociedad?
En las últimas décadas, la sociedad occidental ha experimentado cambios importantes.

1- La esperanza de vida aumenta. España en su conjunto ocupa los primeros puestos en el ranking de esperanza de vida, que ya ha superado los 82 años un poco después de la pandemia.


2- Las tasas de natalidad están cayendo. Según el INE, en 2020 nacerán más de 7 hijos por cada 1.000 habitantes, mientras que la tasa de fecundidad en 2019 es de 1,2 hijos por mujer.
Los patrones familiares están cambiando.

3-La separación o divorcio es más común hoy que en la época de nuestros abuelos, y la movilidad territorial (por motivos profesionales, económicos, personales …) está a la orden de los tiempos.


4-Tenemos menos tiempo. Nuestras vidas ajetreadas nos dificultan tener tiempo para las relaciones familiares y sociales (debido a las largas horas de trabajo, los desplazamientos al trabajo, etc.).


5-Como consecuencia, la sociedad envejece: vivimos más tiempo, pero también vivimos más solos o aislados de nuestros seres queridos, y muchas regiones se están despoblando, la llamada «España vacía».

¿Existen diferentes tipos de soledad?
La soledad puede ser de tres tipos: residencial, social y emocional.

RESIDENCIAL. Personas que por alguna razón viven solas. Según el INE, cerca de tres millones de personas menores de 65 años y algo más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas en 2020.
SOCIAL. Personas con pocos contactos sociales o familiares: sin conexiones ni redes sociales.


EMOCIONAL. Las personas se sienten solas sin importar la red social que tengan: no sienten el apoyo o la capacidad de tener a alguien si lo necesitan.
De estos tres, la soledad social y la soledad emocional son las que pueden hacer que las personas se sientan más inseguras.

Todos podemos sentirnos solos en ocasiones
De hecho porque la experiencia de la soledad no es algo estático, y tiene mucho que ver con las percepciones personales y subjetivas. Más que con algo cuantitativo, puedes sentirte solo sin importar tu edad, lugar de nacimiento, antecedentes sociales, ocupacionales o familiares. De hecho, es fácil para todos sentirnos solos a veces.

Según un estudio del Observatorio Social de la Fundación La Caixa en población general, más de la mitad de las personas se sienten solas o aisladas o en riesgo de ser influenciados por la sociedad (un total del 55%). Estos números aumentan a medida que disminuyen los niveles de educación o con la edad.

Sin embargo, la soledad no solo afecta a las personas mayores. Según el mismo estudio, las personas entre 0 y 6 años mostraron resultados inquietantes, precisamente cuando debían dedicarse más al trabajo, al ocio y al ocio, a la crianza y a la familia, etc. Sin embargo, dicen sentirse menos apoyados social y emocionalmente:

Además de ser una realidad muy triste, se trata también de un problema sociosanitario de primer orden. Y es que la soledad en las personas mayores se relaciona con una peor salud en general. En concreto, con problemas de:

  • Malnutrición.
  • Menor adherencia a tratamientos médicos.
  • Deterioro cognitivo y físico debido a una menor actividad (física, social o familiar), y también al riesgo de caídas.
  • Mayores niveles de ansiedad y depresión.
  • Menor nivel de bienestar y satisfacción vital.
  • Además, se invisibiliza el colectivo de personas mayores.