Hoy releí el texto de Pedro Cruz Villalón “Las intenciones del legislador”, publicado el 20 de junio en El País. El autor parece sostener una preocupación: cuando un legislador se encierra en su “cúpula de hierro”, construida para protegerse, arriesga también convertirse en el mayor obstáculo para la vida, la infancia, la participación y la dignidad que debe defender.
Ese aislamiento legislativo, esa tendencia a crear muros—metafóricos o reales—en torno al poder, me recuerda a figuras políticas que externalizan los problemas, que culpan “al otro”, que construyen fortalezas donde solo debería haber puentes. Uno no puede evitar pensar en ese tipo inconfundible: Donald Trump y su política de enfrentamiento crudo.
Muros que aíslan, no que garantizan
La cúpula de hierro no distingue matices. No escucha la voz de niños o niñas que necesitan protección real, no retórico. No entiende que proteger también es dar oportunidades, es abrir espacios para debatir, no blindarlos. Y cuando los alrededores solo resuenan con “adiós problemas y adiós niños muertos” —que parece sugerir ese legislador—la protección se convierte en negación de responsabilidad.
El riesgo de excluir es olvidarse de cuidar
Cerrar fronteras, cerrar pactos, cerrar oídos no detiene la violencia. Al revés: legitima el grito, alimenta el odio, deja vulnerables a las más débiles. Y ahí hay una línea que la cúpula rompe: hay gente fuera que clama ayuda, que necesita estructura, que busca herramientas para sobrevivir sin miedo. Si el legislador no lo ve, la protección no protege.
La política auténtica es contraria al aislamiento
Ser legislador no es refugiarse en una estructura blindada. Es moverse en el barro de lo cotidiano, escuchar a los que lloran, a los que esperan, a los que sueñan. Es actuar. Es cuidar. Y no protegerse apenas.
Nuestra mirada: desmontar las cúpulas, levantar puentes
La pregunta que nos queda, hermano: ¿Qué haríamos desde aquí? Desde el barrio, desde la comunidad, pensamos varias líneas:
Exigir políticas reales contra la violencia infantil, no retórica trumpista.
Proyectos educativos que acompañen sin erigir muros.
Legislación colectiva, abierta, receptiva.
Vigilancia ciudadana para no permitir que el legislador se convierta en cerrajero, necio y distante.
La cúpula de hierro puede proteger a quien la levanta… pero si en el otro lado hay niños, niñas, madres y vecinos que gritan, entonces esa cúpula no fue construida para proteger. Fue construida para ignorar.
Y eso, hermano, es una ruptura con lo humano.

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