La calle San Adrián de Sasabe, proyectada como eje vertebrador de la orla este del barrio de Las Fuentes, es una vía que nace en el Paseo Echegaray y Caballero y que, según el Plan General de Ordenación Urbana vigente, debe conectar hasta la entrada de la Facultad de Veterinaria, salvando la actual Z-30.
Este corredor no solo responde a una necesidad urbanística evidente, sino que da continuidad a un trazado técnico preexistente: en este mismo recorrido se instalaron, hace más de 50 años, las canalizaciones principales de saneamiento y abastecimiento de la zona, enterradas bajo lo que hoy sigue siendo un terreno sin urbanizar. En aquel tiempo, los niños del barrio asistían fascinados a la colocación de los grandes tubos y sifones del saneamiento, que aún funcionan, tal como puede observarse en las salidas de agua situadas tras las viviendas de Monasterio de Santa María de Ripoll, Nuestra Señora de Fuenfría y la calle Solesmes.
Décadas después, la zona permanecía abandonada, convertida en un terreno de relleno donde se vertían tierras y piedras, sin ningún tipo de planificación. Sin embargo, gracias al impulso vecinal y a la labor institucional, se logró ejecutar la primera fase de la calle San Adrián de Sasabe, que fue inaugurada oficialmente con la presencia del entonces alcalde Juan Alberto Belloch y del concejal presidente del Distrito de Las Fuentes, Laureano Garín. Aquel día quedó documentado en prensa, y supuso un hito para el barrio tras años de reivindicaciones. El trazado ejecutado permitió enlazar el Paseo Echegaray con Compromiso de Caspe.
Pero ahí se detuvo todo. La segunda fase, proyectada y recogida en los documentos urbanísticos, nunca llegó a materializarse. El recorrido está interrumpido por el muro trasero de una manzana de viviendas, popularmente conocido como “el muro de las lamentaciones”, que simboliza el estancamiento institucional. Frente a él, el solar que separa el final de la calle de la Z-30 permanece hoy como un espacio sin urbanizar, sin uso, sin destino claro, generando una brecha entre el barrio y su proyección natural hacia el Campus Universitario.
La responsabilidad de retomar el proyecto recae ahora en el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza. Si existe voluntad política, el servicio de infraestructuras deberá definir el trazado pendiente y ejecutar la segunda fase de esta calle, completando así una conexión lógica, justa y necesaria para el desarrollo del barrio.
San Adrián de Sasabe representa más que una calle: es un símbolo del esfuerzo ciudadano, del trabajo bien hecho en su momento, y de una promesa urbanística aún pendiente.

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