La escultura La Maternidad no es un caso aislado. Es solo la primera parada de un recorrido por el abandono simbólico que sufre nuestro barrio. Como lo fue El equilibrista olvidado en la glorieta de las ciudades hermanas, como lo son tantas otras piezas que iremos documentando estos días. Zaragoza acumula decenas de esculturas públicas sin atención ni respeto, muchas de ellas situadas precisamente en barrios populares y periféricos.
No existe un inventario público actualizado de arte urbano con condiciones técnicas visibles, ni una brigada de mantenimiento especializada con dotación suficiente, ni un plan anual de revisión. Todo queda reducido a la buena voluntad puntual o a la queja vecinal cuando ya es tarde.
Y mientras tanto, estas esculturas siguen hablando aunque nadie las escuche. Porque el deterioro físico es reflejo del deterioro institucional. Son obras olvidadas no por el tiempo, sino por la gestión. No por el clima, sino por la indiferencia. El problema no es la escultura: es el desprecio silencioso hacia lo que representa.
Una ciudad que abandona su arte urbano, abandona también su identidad comunitaria. Y cuando un barrio como Las Fuentes pierde sus símbolos, pierde parte de su dignidad compartida.

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