A mi amigo Manuel Almor por las palabras talladas juntos en silencio, allí donde te encuentres… Este homenaje con memoria, con arte y con verdad.
Que La Maternidad salga hoy en mis páginas no solo como una escultura olvidada, sino como símbolo vivo del barrio, de sus mujeres, de sus madres… y ahora también como tributo a mi buen amigo, director del Silos y Deán de la ciudad.
“ Un gran humanista no muere mientras su obra y su recuerdo habiten entre quienes lo conocieron y lo honran. Hoy su nombre y su causa en alto, como merece “ . ¡ Gracias amigo !
10 julio 2025
¿Qué dice una escultura que nadie mira?
Las esculturas del barrio son algo más que arte: son mensajes puestos en la calle, son palabras talladas en silencio. La Maternidad no es solo una figura de hierro. Es un homenaje a las mujeres que sostuvieron Las Fuentes sin pedir nada a cambio. Es una madre de pie, firme, que representa a todas esas mujeres que lo dieron todo con una mano en el carro y la otra limpiando escaleras, cosiendo, sirviendo, luchando. Mujeres sin nombre que sacaron adelante a generaciones enteras.
Instalar una escultura así en plena calle no fue solo un gesto estético: fue un acto de memoria social. Fue colocar en el centro de la ciudad lo que tantas veces se quiso esconder: que sin ellas, sin nuestras madres, no habría habido barrio, ni comunidad, ni futuro.
Pero ahora, ¿qué dice esa escultura si nadie la cuida?, ¿qué grita cuando ya nadie la mira?
Hoy La Maternidad está oxidada, sin placa visible, olvidada entre una gasolinera y un lavadero. La atraviesan los coches pero no la mirada. Está físicamente ahí, pero simbólicamente borrada. Y eso no es casual: es el resultado de un modelo de ciudad que desprecia lo que no produce beneficio directo. Una ciudad que presume de cultura en los escaparates del centro, pero abandona su arte cuando está en barrios obreros y periféricos.
Porque el arte público no da votos ni dinero. Por eso se arrincona, se deja pudrir, se tapa con silencio administrativo. Y al hacerlo, se destruye también el vínculo emocional entre el barrio y su historia. El arte urbano cuando se ignora, se convierte en ruina emocional. Pierde su función simbólica, deja de hablarnos, se convierte en chatarra injusta. Una ciudad sin mantenimiento artístico no solo se degrada físicamente: se empobrece cultural y espiritualmente.
Y más aún si hablamos de barrios como el nuestro, donde el arte en la calle era también un acto de justicia. Cuando se colocó La Maternidad, no se buscaba turismo ni premios: se buscaba reconocimiento. Se buscaba hacer visibles a las invisibles. Y ahora esa escultura está muda, sucia, sola. Como si ya no importara lo que representa.
Pero sí importa.
Importa porque la historia del barrio no puede oxidarse como el hierro de su base.
Importa porque cuando el símbolo desaparece, desaparece también la dignidad colectiva.
Importa porque si dejamos morir lo que nos representa, nos vamos desfigurando poco a poco como comunidad.
El problema no es solo el óxido. El problema es que nadie se detiene a preguntarse qué significa el olvido.
Rehabilitar esta obra no es cuestión estética. Es cuestión de respeto.
De memoria.
De compromiso con lo que fuimos…
y con lo que aún somos.

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