Hablar de la calle María de Aragón es hablar de una deuda urbanística no saldada con el barrio de Montemolín, un trazado que está recogido en el Plan General de Ordenación Urbana de Zaragoza y que representa algo más que una simple calle: representa la igualdad real entre barrios, la conexión transversal entre espacios urbanos y la posibilidad de reequilibrar dos territorios que durante décadas han convivido separados por una herida verde mal cerrada.
Este eje parte del cruce entre la calle Salvador Minguijón y la avenida Compromiso de Caspe, justo donde termina la primera y comienza la María de Aragón. Desde allí, su proyección debería avanzar de manera lineal, atravesando el actual parque en su franja media, para llegar directamente al colegio Bajo Aragón (Marianistas), y continuar pegada a los campos del club Santo Domingo Juventud, hasta entroncar con un giro final que la conecte frontalmente con la Facultad de Veterinaria, al igual que lo hace su vía hermana: la calle San Adrián de Sasabe.
Pero esta conexión no es sólo simbólica. Es territorialmente necesaria. Porque mientras Las Fuentes ha avanzado con la primera fase de San Adrián de Sasabe —con inauguración incluida, proyecto impulsado con esfuerzo y visión estratégica por quien presidía el distrito entonces—, Montemolín ha quedado a la espera de una actuación similar que nunca llegó.
Además, hay compromisos adquiridos. Compromisos firmados, acordados y olvidados. Uno de ellos, el que establecía que al ejecutarse el paso de la calle junto al campo de césped artificial del Juventud, se construiría el graderío correspondiente. Una medida justa, pactada con el entonces presidente del club, Joaquín González Gascón, y con técnicos municipales, dentro de un proceso que tuvo diálogo, informes, planos y luz verde. Pero que hoy sigue sin materializarse.
A esto se suma el gran reto técnico del trazado: salvar la pendiente que baja por la calle Monasterio del Escorial y que obliga a un diseño específico para que encaje con la María de Aragón. Un asunto de ingeniería, sí, pero también de voluntad política, porque no vale decir que “no se puede” sin intentarlo.
Esta calle no es un capricho. Es una pieza estructural para el desarrollo de Montemolín, un barrio al que se le ha pedido paciencia y comprensión mientras otros avanzaban. La igualdad entre barrios no se predica: se proyecta, se ejecuta y se defiende. Y esta vía es parte de esa igualdad pendiente.
Por eso, desde esta plataforma ciudadana, reclamamos que se cumpla el plan. Que se respete el trazado. Que se dialogue con el club, con las vecinas y vecinos, con las entidades históricas del entorno. Que no se niegue la memoria de quienes participaron en aquel convenio. Porque en cada metro de esta calle hay historia, responsabilidad pública y futuro compartido.
La calle María de Aragón no es sólo una vía proyectada. Es la dignidad de Montemolín esperando su turno.

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