Hemos leído una cifra que pesa en cada vida rota: más de 122 millones de personas fueron forzadas a huir en 2025, el doble que hace una década . Una tragedia de expulsión masiva, acompañada por cifras que cortan:
73,5 millones son desplazados internos, atrapados en sus propios países .
31 millones viven fuera de sus fronteras como refugiados.
Además, un récord de 8,4 millones de solicitudes de asilo están aun en tramitación a finales de 2024 .
Los principales focos de huida son Sudán (14,3 M), Siria (13,5 M), Afganistán (10 M), Ucrania (8,8 M) y Gaza, escenarios de guerras que no dan tregua .
La hipocresía del Norte rico
Mientras las naciones con mayor renta miran hacia otro lado, los países más pobres absorben la mayor parte del sufrimiento. El 73 % de los desplazados se refugia en países de ingresos bajos y medianos, no en Europa o Estados Unidos . Los datos refriegan en la cara nuestra responsabilidad: no es una crisis ajena, es una crisis colectiva.
Mirada comunitaria: los datos no se olvidan
Desde nuestra comunidad —como tantas otras en Aragón y España— podemos:
Reclamar transparencia en los procesos de acogida y reasentamiento.
Mostrar solidaridad con hechos, no palabras: campañas de apoyo, integración, casa compartida.
Presionar políticas públicas: que España cumpla con las metas de alojamiento y trámite de asilo (hoy, 166.000 solicitudes en nuestro país en 2024) .
Formar conciencia: un aula, una charla, una Jornada de sensibilización.
Dicen que es “la peor crisis de desplazamiento de la historia”. Puede que lo sea. Pero donde otros ven cifras, nosotros vemos personas. Hijos, madres, hombres, ancianos que siguen caminando sin hogar.
En nuestra mirada, hoy, no caben medias tintas: si hoy hay 122 millones de desplazados, nuestra dignidad nos exige acción. Y acción colectiva, sin excusas ni fronteras.

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