Esto no es solo un proyecto, ni una propuesta más en medio del ruido de la burocracia. Esto es una llamada, una herida abierta que quiere cicatrizar con dignidad. Es la palabra que lo sostiene todo, esa que se levanta cada vez que una promesa se aplaza, cada vez que una calle se queda a medio hacer, cada vez que un barrio parece no existir en los planos del futuro.
Esa palabra es clara y poderosa: ¡Justicia!
Y no hablamos de una justicia abstracta. Hablamos de la justicia que se mide en metros de acera, en luces que se encienden, en rampas que no se construyen, en calles que sí se terminan… o no. Porque hay barrios que se sienten completos, y otros que siguen esperando. Las Fuentes y Montemolín no deben esperar más.
Este apéndice es la voz de quienes no han callado nunca, de quienes han estado en la trinchera diaria de la participación, del compromiso real, del urbanismo vivo que no se dibuja en un despacho, sino que se patea con los pies, se respira con el polvo y se construye con la gente.
Aquí se han nombrado calles: San Adrián de Sasabe, que atraviesa Las Fuentes desde el río hasta Torre Ramona. María de Aragón, que conecta Montemolín, los colegios, los campos deportivos y el futuro. Se ha recordado el olvido. Se han señalado los compromisos firmados y nunca ejecutados. Se ha dicho la verdad con respeto, pero sin miedo.
Porque este documento no lo firma una entidad, lo firma una historia, lo firman décadas de lucha barrial, lo firma alguien que ha trabajado desde dentro del Ayuntamiento, que ha sido testigo, parte y motor de este camino. Alguien que ha puesto su voz, su cuerpo y su verdad al servicio de la comunidad.
Esto no se acaba aquí. Este apéndice es una apertura, no un final. Es la promesa de que cada cartel, cada palabra, cada acción en redes, en plazas o en medios será una gota que sume, un eco que resuene, una forma de decir: “¡Aquí estamos!”
Y estaremos hasta que la igualdad urbana sea real, hasta que no haya calles que marquen diferencias, hasta que todos los barrios —sin excepción— reciban el trato y la mirada que merecen.
Porque lo que está en juego no es un proyecto urbanístico. Es el respeto. Es la dignidad. Es la ciudad que queremos.

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