2 julio 2025

La calle San Adrián de Sasabe comenzó a construirse con una visión clara: abrir una vía que sirviera de conexión real entre el Paseo Echegaray y Caballero y la Facultad de Veterinaria. No era una simple cuestión de urbanismo, sino de cohesión territorial, de derecho al tránsito, de dignificación del espacio.

Aquella primera fase fue fruto de la insistencia vecinal y del impulso político desde el propio distrito. Como presidente del distrito, fui protagonista directo de aquella conquista ciudadana, convencido de que el barrio debía crecer con sentido y equidad, sin que quedaran zonas marginadas a su suerte.

El acto de inauguración fue más que un corte de cinta. Fue un acto de reconocimiento a la lucha por el territorio. El alcalde Juan Alberto Belloch, presente aquel día junto a mi y otros representantes municipales, fue testigo de cómo Las Fuentes avanzaba un paso más hacia su dignificación. Aquella calle no era solo una obra de infraestructuras: era una promesa de continuidad, de justicia urbana y de memoria compartida.

Sin embargo, el trazado quedó interrumpido. La calle se detuvo, y con ella también el compromiso político que debía completarla. Y desde entonces, el paso del tiempo ha dejado en evidencia las carencias: el muro, la tapia, la orla este que nunca llegó a materializarse como debía.

La segunda fase: el muro, la tapia y la deuda pendiente

La calle San Adrián de Sasabe se detiene en seco al llegar a Compromiso de Caspe. Ahí aparece el muro de las lamentaciones del barrio, una tapia larga y silenciosa que marca el límite de lo que pudo ser y no fue. Lo que debería haber sido una vía estructurante que conectara Las Fuentes con la Facultad de Veterinaria, quedó inconclusa, tropezando con los vacíos urbanos de la orla este.

Este tramo abandonado es más que un espacio por urbanizar: es un símbolo de la falta de decisión política. Allí, hace más de 50 años, se colocaron canalizaciones y saneamientos que aún hoy pueden observarse junto a los pequeños talleres de calles como Monasterio de Solesmes, Monasterio de Santa María de Ripoll o Nuestra Señora de Fuenfría. Desde entonces, el terreno ha sido objeto de rellenos, vertidos, escombros y olvido.

La zona de la discordia es hoy un terreno inhóspito, sin plan de actuación visible, pese a que el Plan General de Ordenación Urbana sigue vigente. No hay justificación técnica que impida retomar la traza y culminar el objetivo inicial: conectar el Paseo Echegaray con la Z-30, cruzando todo el sector hasta enfrentarse con la Facultad de Veterinaria y enlazarse con la ciudad real.

El Consejero de Urbanismo, Víctor Serrano, es quien tiene ahora la responsabilidad de reactivar esta actuación y aclarar cuál será el trazado final. No se trata de empezar de cero, sino de cumplir con un proyecto ya previsto y respaldado en su día por el Servicio de Infraestructuras. La calle, como fue concebida, es una solución de movilidad, integración y convivencia.