Las nuevas tecnologías favorecen un espacio de aprendizaje donde el alumno puede desarrollar sus habilidades lingüísticas sin límites de tiempo o espacio, favoreciendo así su entrada en el mercado laboral

Rebeca Magallón

08 ABR 2025

Saber hablar otro idioma es la llave para abrir más puertas en el mercado laboral. El comercio internacional y la globalización han convertido los idiomas en un aptitud esencial para optar a mejores puestos. Según un informe de la empresa de reclutamiento Randstad, esta destreza aumenta un 37% las posibilidades de encontrar trabajo. Pero no solo nos ayuda en el mercado laboral, tener habilidades lingüísticas incrementa también la capacidad de concentración y favorece la toma de decisiones más acertadas, entre muchos otros beneficios.

Enseñanzas al alcance de la mano

Las formas de enseñar y aprender un idioma evolucionan a un ritmo vertiginoso. Atrás quedan ya las clases teóricas en una academia; las nuevas tecnologías toman el relevo y posibilitan un gran abanico de oportunidades, desde clases a través de WhatsApp a videojuegos educativos, pasando por aplicaciones que te recuerdan todos los días que debes realizar tus ejercicios de gramática.

Aunque si hay una opción que los profesionales recomiendan es, sin duda, aprender un idioma en el país de origen. Ya sea para tres semanas o seis meses, vivir en un entorno diferente reporta muchos beneficios, ya no solo a nivel lingüístico sino también personal. Se trata de una experiencia en la que «hablan mucho y escuchan mucho», explica Ana Infante, de la agencia de viajes Sunny English, especializada en programas de inmersión lingüística. Infante destaca la facilidad de los alumnos para «mejorar en su fluidez» y durante estos viajes «los chicos y chicas pueden llegar a avanzar más en dos semanas que lo que un año de academia», apunta. Por otro lado, Infante añade que también se desarrollan las soft skills (habilidades blandas, en inglés). «Altamente demandadas por las empresas a nivel mundial», explica Infante, se trata de aptitudes tales como el trabajo en equipo, la comunicación o las buenas relaciones con el entorno. Considera que el hecho de verse fuera de casa «ayuda a los jóvenes con su autonomía», ya que tienen que tomar «pequeñas decisiones por sí solos que de normal, no harían».

Aprender ‘in situ’

Como una experiencia increíble describen el viaje las alumnas encuestadas por este periódico. Estas cuatro aragonesas han disfrutado de dos semanas en el extranjero y su vivencia ha sido «más que enriquecedora». Olga Ariño, de 18 años, fue a Dublín el verano pasado y se alojó en una residencia con otras cuatro chicas y afirma que «fue una maravilla» y que le gustó mucho poder conocer a «tanta gente de diferentes sitios con las que hacer un montón de actividades y visitas culturales». También en una residencia, aunque en Londres, estuvo Adriana Lasheras, quien asegura que cuando llegó a casa su nivel de inglés «había mejorado muchísimo, sobre todo a la hora de hablar y de entender cuando me hablan». Ana Infante considera que otra opción para aprovechar «más aún la experiencia» es vivirla con una familia.

Bien lo saben Julia y Paula, de 14 y 16 años respectivamente, que estuvieron dos semanas en Worthing, un pueblo costero en Inglaterra. «Mi objetivo era conocer a gente nueva, descubrir otra cultura y convivir con otra familia diferente», explica Julia Palomares. Para Paula Angulo, las excursiones y actividades extraescolares fueron «lo mejor del viaje, aparte de todo el inglés que aprendí». Subraya Paula su mejoría con el idioma porque dice que pasó de «tener la media suspendida a sacar notables y sobresalientes». Algo a lo que se suma Julia porque «aprender inglés en un país de habla inglesa es muy distinto, es mucho más dinámico y ameno, no solo aprendemos gramática y vocabulario en clase, lo ponemos en práctica», desarrolla. Y aunque sus capacidades lingüísticas han mejorado con creces, las cuatro aragonesas coinciden en que, al margen de lo académico, también han crecido como personas.

Independencia y autonomía

Desde Sunny English, Ana Infante puntualiza que los alumnos «vuelven con mayor autonomía», porque cuando están solos «se ven forzados a buscarse un poco más la vida ya que no tienen a sus padres para resolverles cualquier situación». «Se demuestran a sí mismos que son capaces de hacer lo que quieren, para ellos es un chute de autoestima ir logrando hacer cosas solos». Detalla Infante que no se trata de «grandes decisiones», pero si pequeñas acciones como pedir comida en un restaurante o preguntar una dirección en la calle. Adriana asegura que a la vuelta se sintió «como una persona distinta», cuenta que le costaba mucho socializar y que ahora ya no tiene «tanta vergüenza». Para Olga, la sensación es la misma, afirma que tiene «mucha más confianza en sí misma» y ya no tiene miedo a equivocarse. Julia experimentó un «gran crecimiento personal» y a Paula este viaje le ayudó a «valorar más lo que tienes en casa».