Opinión | 

EL ARTÍCULO DEL DÍA

7 Marzo 2025

Paola fue educada para triunfar. Si quieres, puedes. Si te esfuerzas, el mundo será tuyo. Hace tiempo que se despierta cada mañana con la sensación de que el mundo avanza, pero ella sigue estancada en el mismo lugar. Desde que terminó sus estudios universitarios, su vida ha sido una sucesión de trabajos temporales, contratos de fin de semana y jornadas parciales que apenas le permiten cubrir sus gastos básicos. Ahora, con un contrato estable, esperaba que las cosas mejoraran, pero el salario mínimo que recibe no le permite mucho más que sobrevivir. Compartir piso con otras personas le ayuda a reducir costos, pero aun así, el dinero no le alcanza para mucho más que pagar el alquiler, la comida, algún pequeño dispendio y algún gasto imprevisto. Tener su propio espacio alquilado para vivir, se llevaría la práctica totalidad de sus ingresos y eso la convierte en pobre de solemnidad.

Oye y lee en las redes sociales y medios de comunicación que la economía del país está en auge, que el empleo crece y que las cifras macroeconómicas son positivas. Sin embargo, esas noticias le resultan ajenas, como si hablaran de un mundo paralelo en el que ella no tiene cabida. Las subidas salariales decretadas por el Gobierno, aunque bienintencionadas y nada despreciables, apenas han logrado cambiar su realidad. Sigue siendo pobre, sigue sintiendo que su futuro es incierto y que no hay un horizonte claro hacia el que avanzar.

Paola no siente odio hacia los políticos que gobiernan. Está convencida de que, si los que están en la oposición llegaran al poder, las cosas serían peor. Recuerda cómo fue la última vez que estuvieron al frente del país y no tiene ganas de volver a vivir esos años de recortes y desesperanza. Sin embargo, su situación tampoco le permite sentir cercanía o comprensión hacia la política actual. Siente que todos los líderes parecen estar demasiado ocupados en sus propias batallas, no sabe si ideológicas o intereses de índoles menos confesables. Como para preocuparse por personas como ella, que trabajan duro pero no logran salir adelante.

A veces, en sus momentos de mayor frustración, Paola se pregunta si vale la pena seguir luchando. Se siente atrapada en un ciclo interminable de esfuerzo y decepción. Quisiera tener la posibilidad de tener un hogar propio, tal vez formar una familia. Poder disfrutar de pequeñas cosas como unas vacaciones o un coche decente. Pero esas ilusiones se desvanecen rápidamente cuando piensa en su situación económica. ¿Cómo va a cumplir sus modestos sueños si apenas puede mantenerse a sí misma?

A pesar de todo, Paola no se rinde del todo. Hay días en los que logra encontrar pequeños motivos para seguir adelante. Entre el trabajo y su preparación para unas inciertas oposiciones, saca tiempo para un café o alguna copa con amigos, una película que le hace reír, de cuando en cuando algún concierto, paseos y carreras por el parque para mantenerse en forma… Son momentos fugaces, pero le recuerdan que la vida, aunque dura, también tiene sus pequeñas alegrías. Sin embargo, esas alegrías no son suficientes para llenar el vacío que siente cuando piensa en su futuro.

A veces fantasea con la idea de emigrar, de buscar oportunidades en otro país donde sus habilidades y su esfuerzo sean mejor valorados. Pero la idea de dejar atrás a su familia y amigos, de empezar de cero en un lugar desconocido, le da miedo. Además, no está segura de que en otro lugar las cosas serían realmente diferentes. Tal vez solo estaría cambiando un tipo de precariedad por otra.

Paola no es una persona amargada, pero sí está cansada. Cansada de luchar contra un sistema que parece diseñado para mantenerla en la pobreza. Cansada de sentir que, por más que se esfuerce, nunca va a poder alcanzar una vida digna. Cansada de escuchar que el país va bien, cuando ella no siente que su vida vaya a mejorar.

En sus momentos de mayor desesperanza, Paola se pregunta si alguien más se siente como ella. Si hay otras personas que, como ella, trabajan duro pero no logran salir adelante. Si hay alguien en el poder que realmente entienda lo que es vivir con el salario mínimo, compartir piso y no poder permitirse ni siquiera un pequeño lujo. Pero esas preguntas no tienen respuesta, o al menos no una que le consuele.

Así transcurre la vida de Paola, entre la rabia y la resignación, entre la esperanza y la desesperanza. Sigue levantándose cada mañana, sigue yendo a trabajar, sigue pagando sus cuentas. Pero en el fondo, siente que está corriendo en una carrera que nunca va a ganar. Y lo peor de todo es que no sabe cómo cambiar esa realidad. No sabe si hay algo que pueda hacer para mejorar su situación, o si está condenada a vivir así para siempre.

Lo único que sabe es que no quiere rendirse. A pesar de todo, Paola sigue creyendo que, en algún momento, las cosas tienen que mejorar. No sabe cuándo ni cómo, pero espera que, algún día, su esfuerzo y el de tantas otras, sea recompensado. Mientras tanto, sigue adelante, día a día, con la esperanza de que el futuro le depare algo mejor.

JULIAN BUEY