La glorieta Ciudad de Sarajevo se encuentra en el distrito de Las Fuentes, entre las calles Belchite, Doctor Iranzo, Camino Fillas, y linda en uno de sus bordes con una parcela de la Diputación Provincial de Zaragoza. Es un espacio urbano conocido por los vecinos del entorno, aunque muchos han olvidado su historia reciente.
Hace aproximadamente catorce o quince años, se instaló allí una obra que transformó por completo el significado del lugar. Sobre una columna de hormigón, se colocó una escultura singular: el equilibrista. La figura, de líneas muy estilizadas y con los brazos abiertos, caminaba sobre un raíl metálico, un fragmento real de vía férrea, rescatado de un tramo abandonado en la zona de Cuarte.
El conjunto era tan simbólico como conmovedor. Representaba a un ser humano en equilibrio inestable, caminando sobre el hierro, avanzando con firmeza pese a la fragilidad del entorno. Era un homenaje a la resistencia civil, al sufrimiento de la población, y sobre todo a los horrores vividos durante la guerra de los Balcanes, con especial mención a la ciudad mártir de Sarajevo. Aquella escultura recordaba que el equilibrio de la paz es tan delicado como un paso sobre el vacío.
La referida escultura fue fundida en una fundición de la localidad de Villanueva de Gállego, y fue instalada con vocación de permanencia. Sin embargo, alrededor del año 2013 o 2014 se produjo lo que hoy solo puede calificarse como una frustración colectiva: alguien se llevó el raíl del tren y la figura del equilibrista, arrancándolos del espacio público y privando al barrio de un símbolo que representaba mucho más que una simple obra artística.
A la vista de ello, y pese al paso del tiempo, la recuperación de la escultura es posible si existe voluntad política. No se trata de una pérdida irreversible. Durante mi labor como concejal del Ayuntamiento de Zaragoza, entregué el molde original de la escultura a la Unidad Municipal de Arqueología, con el fin de que pudiera reproducirse en el futuro. Dicho molde está registrado y depositado en esa unidad, que entonces tenía como responsable al señor Mostalac.
Las imágenes actuales de la glorieta lo dicen todo. La columna sobre la que se alzaba el equilibrista permanece sucia, vandalizada, desatendida, cubierta de grafitis y huellas del abandono. El círculo de cemento que la rodea ha perdido su función simbólica y hoy solo recoge polvo, maleza y desidia.
Lo único que aún queda es la placa cerámica con el nombre: “Glorieta Ciudad de Sarajevo”. Azulejos blancos con letras azules y el escudo de Zaragoza, recordando un compromiso que la ciudad ya no cumple. La glorieta conserva el nombre, pero no el alma. El mensaje de paz ha sido reemplazado por el silencio, y lo que debía ser un lugar de memoria se ha convertido en una rotonda huérfana.
Restituir el equilibrista no es solo reponer una figura.
Es reparar una herida simbólica.
Es demostrar que Zaragoza no olvida a Sarajevo ni a las víctimas de ninguna guerra.
Es, sobre todo, un gesto de dignidad pública.

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