En el corazón del barrio de Las Fuentes, junto al antiguo matadero, permanece cerrado y sin uso el histórico colegio Tomás Alvira. Durante años fue un símbolo del acceso a la educación pública, una referencia para cientos de familias del barrio. Hoy es un edificio silencioso, atrapado en el tiempo, víctima de la desidia institucional.
Tras su cierre como centro educativo, el colegio fue inicialmente cedido a asociaciones de padres y madres, y más adelante incorporado a la Escuela Taller Tomás Alvira, un programa municipal para formar a jóvenes en oficios. Sin embargo, a día de hoy se desconoce si las obras se completaron, cuál fue su resultado o por qué sigue sin uso comunitario.
Lo preocupante es que este caso no es aislado. En Las Fuentes —el distrito más vulnerable de Zaragoza— se ha producido, de forma progresiva, una colonización institucional de los escasos espacios públicos. Entre el Centro Salvador Allende, el centro de salud, el centro de mayores (con más de 10.000 socios), el centro cívico, los servicios sociales y otros edificios cedidos, no queda ni un solo local municipal disponible para nuevos proyectos sociales o comunitarios.
Lo que debía ser un equilibrio entre dotaciones y vida vecinal ha resultado en una ocupación sin retorno: el vecindario se ha quedado sin espacios para reunirse, convivir o crear nuevas iniciativas. La Junta Municipal del Distrito, que debería liderar y promover ese bien común, carece incluso de un espacio físico adecuado.
Por ello, el antiguo colegio Tomás Alvira no puede seguir cerrado. Su apertura no debe servir para reproducir servicios ya cubiertos por otros centros (como el nuevo colegio Tomás Alvira, ubicado junto a la plaza Utrillas), sino para recuperar un lugar central para la vida comunitaria:
un espacio abierto para asociaciones,
para proyectos de conciliación,
para encuentros de barrio,
para actividades de escucha y participación social,
y, sobre todo, para garantizar que el territorio cuente con una infraestructura básica de igualdad, convivencia y proximidad.
La reapertura del Tomás Alvira sería un gesto de reparación. Un símbolo de que Las Fuentes no está condenada al abandono ni a la invisibilidad. Es tiempo de devolver al barrio lo que es suyo.

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